29.8.05
Necesidades
Una publicidad lo detiene en su inactividad, en su pasividad televisiva, le provoca un asco sereno, lo obliga a someterse a la pausa comercial. "Uno siempre necesita algo" dice el locutor, y también lo dicen las letras anaranjadas que cambian su tamaño al ritmo de una música de trompetas que termina cuando las palabras infames explotan en la cara del espectador. Uno siempre necesita algo. Habrá que salir a comprarlo.
26.8.05
Mayonesa
Abrío la heladera y encontró la vacuidad habitual; suspiró con falso desconsuelo, como si se tratase de algo sorpresivo. Hacía varios días de la última vez que se había topado con un poco de jamón, con una botella de leche. Esa noche, como todas, descansaba solitario en un cabinete tras la puerta un envase de mayonesa, consumido hasta la mitad, sobreviviente sólo por la carencia de pan o algo con lo que hacer una combinación veloz. Cenó entonces cuatro cucharadas grandes de mayonesa, hasta que se asqueó y un ácido malestar le recorrió
el estómago, hasta la garganta. Tiró la cuchara entre los millones de platos sucios y amontonados, cerró con giros raudos la tapa del envase y lo guardó en el mismo lugar en el que estaba antes, apenas unos centímetros hacia la derecha, donde aplastó un diminuto sobre de ketchup de restautante de comida rápida vacío y pegajoso. En el baño, se agachó hasta besar la canilla, abrió el grifo y tragó agua por unos minutos a modo de postre. Simuló no sentir más sed, tampoco hambre, y volvió al estudio. Un foco explotó cuando encendió un velador que solía apagar con constancia sólo para ver menos polvo. Se conformó con la poca luz que le llegaba del otro velador, el gemelo del muerto, se puso sus anteojos y siguió escribiendo.
el estómago, hasta la garganta. Tiró la cuchara entre los millones de platos sucios y amontonados, cerró con giros raudos la tapa del envase y lo guardó en el mismo lugar en el que estaba antes, apenas unos centímetros hacia la derecha, donde aplastó un diminuto sobre de ketchup de restautante de comida rápida vacío y pegajoso. En el baño, se agachó hasta besar la canilla, abrió el grifo y tragó agua por unos minutos a modo de postre. Simuló no sentir más sed, tampoco hambre, y volvió al estudio. Un foco explotó cuando encendió un velador que solía apagar con constancia sólo para ver menos polvo. Se conformó con la poca luz que le llegaba del otro velador, el gemelo del muerto, se puso sus anteojos y siguió escribiendo.
24.8.05
Había una vez....
Había una vez un chico que se escondía y aparecía de pronto simulando ser alguien que no era. Pasaron algunos meses y su escondite, que era una suerte de pozo invisible, se hacía cada vez más profundo, y hasta creyó nunca más poder salir. El barro se le metía por los ojos, casi no veía; desde el fondo, apenas sentía los restos de una luz metafísica que, en la superficie, acompañaba la cotidianeidad de los demás. El mundo, la urbanidad, se habían convertido para él en un sillón hundido, en los claroscuros de una habitación amplia y solitaria, con persianas clausuradas y polvo acumulado. Nadie llamaba a su puerta, nadie molestaba a su pesadumbre. Se durmió un día, y despertó algunas noches más tarde en un lugar que no conocía; personas sin nombres desayunaban inadvertidamente. El golpe en su cabeza se repetía segundo tras segundo, las líneas de dolor en sus extremidades lo desangraron hasta dejarlo seco. Caminó hasta caer en el sillón que se había convertido en el punto de partida de su círculo interminable. Tembló hasta que los fantasmas se cansaron de atormentarlo.
Desde una granja, al borde de un cerro mediocre, con el aroma cándido de una vertiente perdida, con el sonido rejuvenecedor del silencio, con los ojos dilatados de placer, espío por última vez.
23.8.05
Feliz, feliz en mi día....
Mis cumpleaños siempre tuvieron gusto a fracaso, a mínimo aborto de la historia, días que intentan ser (por cuestiones meramente culturales) y nunca lo lográn, algo los detiene, los mata en cierto momento.
La resistencia a celebrar un cumpleaños (intacta por tantos años) puede verse contrariada, quebrada por una mujer, por el amor de esa mujer. Bien sabido es (en lo que llamamos Occidente) que algunas mujeres tienen el sano poder de cambiarnos la vida. Ínfimo detalle, página insignificante de la existencia, lo que sea, una mujer logra en mí que, por ejemplo, me atreva a festejar mi cumpleaños a pesar de la férrea intuición de que algo va a suceder, de que todo puede explotar en cualquier instante.
No me siento viejo, no me siento diferente, no me siento más cerca de la muerte. No siento nada. Sólo sé que alguien, esta mujer, me ama tanto como para confundirme y hacerme creer que un cumpleaños mío puede ser una jornada jubilosa. Sólo puedo decirle gracias, y que continúe la farsa....
La resistencia a celebrar un cumpleaños (intacta por tantos años) puede verse contrariada, quebrada por una mujer, por el amor de esa mujer. Bien sabido es (en lo que llamamos Occidente) que algunas mujeres tienen el sano poder de cambiarnos la vida. Ínfimo detalle, página insignificante de la existencia, lo que sea, una mujer logra en mí que, por ejemplo, me atreva a festejar mi cumpleaños a pesar de la férrea intuición de que algo va a suceder, de que todo puede explotar en cualquier instante.
No me siento viejo, no me siento diferente, no me siento más cerca de la muerte. No siento nada. Sólo sé que alguien, esta mujer, me ama tanto como para confundirme y hacerme creer que un cumpleaños mío puede ser una jornada jubilosa. Sólo puedo decirle gracias, y que continúe la farsa....
19.8.05
Reflexión I
Basta de fotos. Basta (sólo) de fotos.
Reflexión: No sabía que los amigos se pudieran perder tan
fácilmente, no lo sabía.
Lo bueno sigue siendo que algunos, tal vez muy pocos,
sean imposibles de perder; son, y serán, como esos cuadernos
raídos que, aunque pasen los años, las décadas, permanecerán
en el fondo de una caja de cartón humedecida, a pesar del polvo y el olvido.
Gracias querido Gnomo por inspirar (y nunca dejar de
hacerlo) buenos momentos. Tu amistad debe ser eso
que la gente denomina felicidad.