25.9.05
Lápiz Negro Genocida
Necesito alguien que adivine el autor de este dibujo. Espero a los valientes y sus comments(historiadores abstenerse).
22.9.05
Pelado
Mi profesor, a quien de ahora en más denominaré "el pelado", se enoja, y tira un marcador salvaje que deja sangrando un costado de la pizarra blanca que, siempre atónita en espera de palabras sueltas, esta vez está cubierta por la numerología del dolor: 30mil /8mil/14mil/PBI1955-PBI2005/%%%%%%....
El pelado es simpático, tranquilo en sus movimientos, pero tiene reacciones furibundas ante la más mínima contradicción que le llega desde el fondo de la clase, especialmente cuando viene del musculoso ese al que se le ocurrió decir que en Cuba no hay Internet. Insensato, le grita, estuviste en Cuba, le pregunta. El silencio le da la razón, inmediatamente, pero eso no lo conforma, gira, da unos pasos perdidos en lo estrecho del aula, y necesita explotar, secarse la frente mojada, elevar la mirada, mover los ojos como un reflector que horizontalmente cubre a todos los espectadores, incluso al musculoso que, supongo, se debe sentir levemente humillado.
Necesito ayudarlo. Sé que los partícipes de esta clase, todos detrás mío, están equivocándose al juzgarlo. Sé que pronto lo tildarán de loco, sé que no van a comprenderlo, nunca. Yo lo entiendo, aunque es más por lástima que por una afinidad político-ideológica.
Después de todo, no es posible acusar a un hombre de psicótico por cierta melancolía mal curada, pegajosa y con olor a plaza peronista.
Pobre el pelado, pobre.... se hunde en una silla cuando una chica con cara de cansada le contesta: "ninguno", a su pregunta obsoleta: cuántos libros leíste en estos últimos nueve meses???? eh?
Ninguna excusa le sirve al pelado, ni que el jefe explotador no le deja tiempo para leer, ni el sistema que "es así nomás", ni que "en el colegio estas cosas no se leían" (en referencia a una fotocopia de Max Weber que, no hubo caso, no entró en su cabecita). Pero esta vez el pelado no reaccionó con ira paternal: se cansó, o se hartó; lo que fuere, algo le pasó, algo cambió dentro suyo. Quizás, los pesados minutos dando una clase en 2005, a "los hijos de las generaciones muertas", a "los habitantes de un país nuevo, porque el viejo ya no está", le hicieron caer en la cuenta de que todo está perdido.
La clase terminó, todos se fueron. Salí último. En el pasillo hice una pausa, y giré. Lo espíe al pelado que, sentado en una de las mesas, con un libro en la mano, miraba el piso, y pensaba. Se había quedado triste, solitario... y final.
El pelado es simpático, tranquilo en sus movimientos, pero tiene reacciones furibundas ante la más mínima contradicción que le llega desde el fondo de la clase, especialmente cuando viene del musculoso ese al que se le ocurrió decir que en Cuba no hay Internet. Insensato, le grita, estuviste en Cuba, le pregunta. El silencio le da la razón, inmediatamente, pero eso no lo conforma, gira, da unos pasos perdidos en lo estrecho del aula, y necesita explotar, secarse la frente mojada, elevar la mirada, mover los ojos como un reflector que horizontalmente cubre a todos los espectadores, incluso al musculoso que, supongo, se debe sentir levemente humillado.
Necesito ayudarlo. Sé que los partícipes de esta clase, todos detrás mío, están equivocándose al juzgarlo. Sé que pronto lo tildarán de loco, sé que no van a comprenderlo, nunca. Yo lo entiendo, aunque es más por lástima que por una afinidad político-ideológica.
Después de todo, no es posible acusar a un hombre de psicótico por cierta melancolía mal curada, pegajosa y con olor a plaza peronista.
Pobre el pelado, pobre.... se hunde en una silla cuando una chica con cara de cansada le contesta: "ninguno", a su pregunta obsoleta: cuántos libros leíste en estos últimos nueve meses???? eh?
Ninguna excusa le sirve al pelado, ni que el jefe explotador no le deja tiempo para leer, ni el sistema que "es así nomás", ni que "en el colegio estas cosas no se leían" (en referencia a una fotocopia de Max Weber que, no hubo caso, no entró en su cabecita). Pero esta vez el pelado no reaccionó con ira paternal: se cansó, o se hartó; lo que fuere, algo le pasó, algo cambió dentro suyo. Quizás, los pesados minutos dando una clase en 2005, a "los hijos de las generaciones muertas", a "los habitantes de un país nuevo, porque el viejo ya no está", le hicieron caer en la cuenta de que todo está perdido.
La clase terminó, todos se fueron. Salí último. En el pasillo hice una pausa, y giré. Lo espíe al pelado que, sentado en una de las mesas, con un libro en la mano, miraba el piso, y pensaba. Se había quedado triste, solitario... y final.
6.9.05
Lo Invencible pt.2
Hay una inundación furibunda en New Orleans, y parece Santa Fe. Hay un presidente en problemas, como nunca antes; tiene más culpa por un huracán redentor que por sus miles de asesinatos. Del cielo caen aviones de colores, cada día. Russell me explica por qué no es (era) cristiano, y lo comprendo tanto. Hay guerras grandes, como siempre, y hay guerras pequeñas, en las esquinas, en los colegios, como siempre. Una canción puede tener el poder de un beso, ser una alegría efímera y menor con la máscara de lo enorme, de la felicidad. El carnaval nunca termina. Mateo no quería ser un burgués dormido, pero lo sabía inevitable. El programa de tv más visto es una parodia patética.
Pensamos que el tiempo es una línea recta. Nos equivocamos. Conjeturamos una línea que empieza en esa infancia antiquísima, irrepetible y a veces nebulosa, que más tarde pasa cual flecha lacerante que desperdiga nostalgia a través de los dudosos años en que adolecimos, hasta llegar a hoy, a este hoy que parece constante, que no sabemos exactamente cuándo comenzó, pero que sin dudas va a terminarse, para bien o para mal, en algún momento próximo cuando deje de ser hoy y pase insosteniblemente a la lista de ayeres (a veces las palabras feas también sirven, o al menos ayudan).
Nunca creí en nada y quizás ahora debería doblar la apuesta y decir (escribir, claro) que ahora creo mucho menos, que mi escepticismo es un rascacielos, pero no es así. Me explico: en términos que podría denominar como globales no creo en nada, en absolutamente nada, no comprendo, soy apenas un hombre que no entiende y que sabe bien que nunca va a entender algunas cosas; pero cuento con una ventaja: creo en las cosas simples, en una sonrisa, en un recuerdo, en una lección, en vos, en la quietud noctámbula del urbano paisaje que tras la ventana me inspira, me hunde, y me vuelve a inspirar.
Las cosas invencibles son, sin embargo, un enemigo cordial, un rival honesto que más que vencerme me ayuda a no pelear. NO puedo vencer, ergo: no peleo. Dejo que ganen, y bien merecido se lo tienen. Voy a ser por una vez en la vida un buen perdedor. Quién soy para ponerme a su altura. Y entonces aquí estoy, con la bandera blanca (no por cobardía, mas bien por razón), en un terreno propiciamente no beligerante, ajeno a triunfos y derrotas, a la sangre que algunos gustan derramar por poca sensibilidad en la última capa de piel, o tal vez por la simple falta de un cerebro contenedor, o incluso por no tener nada mejor que hacer.
Se puede estar mal y estar en paz al mismo tiempo; sana convicción, luminosa paradoja, posible contradicción que tardé meses en revelar.
Edipo no era nuestro deseo, era apenas un rey temeroso de perder su poder. Un hombre del Renacimiento no lograba asumir la noción de que había algo más al fondo del océano, de que el horizonte estaba más lejos.
All five horizons revolved around her soul, as the earth to the sun; now the air I tasted and breathed has taken a turn....